Vimos la importancia de saber escuchar, que se verifica tanto para el receptor de mensaje como para el comunicador ya que para él adquiere gran importancia el saber escuchar para cumplir el precepto de que la comunicación comienza escuchando para luego saber transmitir.
Escuchar supone “querer escuchar” es decir volcar totalmente la atención hacia las palabras del otro, tratando de tener una percepción exacta del mensaje y no hacer juicios anticipados, es decir entender los hechos y sentimientos expresados por quien transmite el mensaje. Al momento en que debemos percibir el mensaje así como el emisor debe poner todo de si para ser preciso, el receptor evitará todo aquello que pueda interferir en la comunicación, es decir borrar todo cuanto podemos los obstáculos:
Evitaremos: Ensayar, es estar pensando en la respuesta a lo que se dice; Soñar despierto, dejar que la mente vague; Juzgar, clasificar al emisor; filtrar, oír parcialmente la conversación; Completar: interrumpir para completar frases aún no finalizadas; Leer el pensamiento, tratando de adivinar lo que se habla; Interrumpir, o sea interferir en lo que se dice. Estos obstáculos provocan dispersión en la percepción, es bueno ir tomando nota de lo que se dice y al finalizar pedir aclaraciones o explicaciones adicionales lo que por otro lado hace ver que hemos esto atentos, “escuchando”.
Resulta conveniente aprender a escuchar “activamente” lo que redundará en una verdaderamente corriente de comunicación –feedback- configurando un grado participativo que podríamos mencionar como un primer paso a que nuestro accionar dentro de la Organización/Empresa sea ciertamente un equipo.
La importancia de desarrollar una “escucha activa” es que aporta conocimientos, educación, y mostrase respetuoso hacia el interlocutor fortaleciendo las relaciones interpersonales sobre una base de entendimiento y respeto mutuo.
Ricardo Basterra